Hoy por hoy, negar valor científico a la Grafopsicología sólo se puede concebir desde la ignorancia en la materia. Sus leyes están basadas, como cualquier otra ciencia, en la experiencia y constante recogida de datos, que son analizados, contrastados y verificados. Sin este largo proceso no se da por válida ninguna premisa para acabar convirtiéndola en ley. Sus adelantos se ven apoyados en campos tan dispares como la óptica, la criminología, y, por supuesto, la psicología y la psiquiatría.
Pero antes que nada al lego en la materia se le plantean preguntas como: ¿refleja verdaderamente la escritura y la firma mi personalidad? Y, suponiendo que la contestación fuese afirmativa, ¿puede la grafopsicología interpretar mi personalidad a través de mi letra-firma? Nuevamente, si es así, ¿cómo lo hace, qué técnicas utiliza?, ¿son científicamente demostrables?, ¿cuáles son las más fiables? Interrogantes como estos se plantean a diario las personas que se acercan a un analista de la escritura con curiosidad o escepticismo.
Las técnicas proyectivas son consideradas como instrumentos especialmente sensibles para revelar aspectos inconscientes de la persona. Son altamente multidimensionales (capaces de medir distintas dimensiones) y evocadores de datos inusualmente ricos. Evalúan la personalidad o cognición del sujeto examinado, además de los aspectos afectivos y cognitivos que pueden servir de indicadores para la descripción de la personalidad.
En todos ellos la evaluación está influida por el espacio donde se dibuja, escribe-firma, a la derecha o a la izquierda, arriba o abajo, la forma que se hace, la presión, la inclinación, la fuerza del trazo, etc.
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