Semiótica y Grafología
La semiología, según Saussure (1945), padre de la Lingüística moderna, es la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social. Su objeto de estudio serían todos los sistemas de signos que pueden aparecer. El lenguaje, por ser el más rico y, al mismo tiempo, el más característico de los sistemas semiológicos, puede erigirse en el modelo general de toda la semiología. Sin embargo, esta ciencia también debería abarcar el estudio de los sistemas de signos no lingüísticos.
Peirce (1957), en USA, denominó semiótica a la teoría general de los signos.
Ambos términos provienen del griego “Semenion”, que significa signo, y se emplean hoy como prácticamente sinónimos.
[Morris (1972) profundizó en el concepto de signo y definió la semiosis como el proceso que tiene lugar en toda percepción mediante el cual una cosa puede actuar, en un momento determinado como signo para el intérprete de dicha percepción.
Es decir, un signo es cualquier cosa que representa o da a entender otra. Hay, por lo tanto, dos planos de análisis en un signo: lo que es percibido por los sentidos y lo que es interpretado por la mente.]
Charles Sanders Peirce (1957) hizo una clasificación de los signos según las relaciones que guarden con el objeto significado y los dividió en iconos, índices y símbolos:
- El icono es un signo que guarda una relación de semejanza con el objeto significado o referente. Una estatua, un pictograma, una señal de tráfico que indica prohibido adelantar, zona escolar, animales sueltos etc. se incluirían en este epígrafe.
- El índice es un signo en el que se establece una relación causal entre dos fenómenos, por ejemplo, el humo es índice de fuego, el cielo nublado o los nubarrones, de la lluvia.
- Finalmente, el símbolo es un signo en el que se establece una relación convencional entre la representación y lo representado. La bandera de un país, por ejemplo, o el lenguaje humano, que es el modelo más estudiado.
[A esta clasificación hay que añadirle un cuarto tipo de signo:
- La señal es un signo que se percibe y que pretende cambiar u originar una acción sobre el receptor, en el que actúa de manera directa en inmediata. El semáforo es un buen ejemplo. (Prieto, 1964) considera la señal como un signo producido artificialmente para servir de indicio.]
Umberto Eco (1999), por su parte plantea los límites de la semiótica delimitando dos umbrales:
- El “umbral superior”, cuyo ámbito de estudio es la cultura, concebida como fenómeno de significación y de comunicación.
- El “umbral inferior”, cuyo ámbito son los “signos naturales” que se conciben como fenómenos de significación, pero no de comunicación.
Por lo tanto, Umberto Eco (2000) plantea la necesidad de diferenciar una semiótica de la comunicación que se dedicaría a la teoría de la producción de los signos, de una semiótica de la significación, que se dedicaría a analizar la interpretación de los signos.
La semiótica de la comunicación considera la comunicación como un proceso en el cual una persona envía un mensaje a otra y en el que participaban los factores siguientes:
Emisor. Es la persona que se encarga de transmitir una información eligiendo y seleccionado los signos que le convienen, es decir, realiza un proceso de codificación.
Receptor o destinatario. Aquella persona a quien va dirigida la comunicación; realiza un proceso inverso al del emisor, ya que descifra e interpreta los signos elegidos por el emisor; es decir, realiza un proceso de descodificación.
Mensaje. La información que es transmitida mediante signos.
Código. Es el sistema de signos y las reglas para combinarlos.
Canal. Medio físico a través del cual se transmite la información.
Contexto. Conjunto de circunstancias que rodean a la transmisión de información que pueden reforzar o alterar el éxito de la transmisión
Ruido: elemento perturbador que puede obstaculizar el paso de la señal a través del canal, provocando interferencias, atenuaciones o alteraciones del mensaje, etc.
La semiótica de la significación, en cambio, concibe la comunicación como un proceso de construcción de mensajes por parte de un destinatario, que se convierte en intérprete de información descifrada mediante un código o sistema de signos. En este caso llamamos fuente al emisor e intérprete al receptor.
Un nuevo elemento aparece en el esquema, la señal, definida por Umberto Eco (2000) como una energía transmitida desde un sistema físico a otro en el proceso de información o un hecho o estímulo que provoca una respuesta o reacción, pero no una significación.
Por lo tanto, la comunicación es un trasvase mecánico de información desde una fuente, por medio de un transmisor, el cual produce una señal que viaja a través de un canal (esta señal puede ser entorpecida por un ruido) y es percibida por un receptor que la transforma en un mensaje comprensible para el destinatario mediante un código, es decir, un sistema de reglas y de indicaciones común al receptor y al destinatario. A esta operación se la llama decodificación, y gracias a ella el destinatario recibe por el mensaje una determinada información.
Así pues, en este esquema de la comunicación puede existir un proceso de asignación de significación sin que haya intención de transmisión de información en la fuente.
Por tanto, la diferencia entre semiótica de la comunicación y semiótica de la significación reside en la intención comunicativa del emisor o fuente.
En resumen, los estudios sobre Semiótica abarcan tanto la teoría general de los signos como el estudio de la significación, el sentido en ciertos contextos y fenómenos de comunicación.
El ámbito de aplicación de la Semiótica es muy amplio, son muy variados los temas, procedimientos, modos y grados en los que un signo puede representar y por lo tanto puede ser interpretado, es decir, puede significar. El estudio de los signos es una tarea multidisciplinar.
La grafología o grafopsicología, o el análisis de la escritura (elegir el más apropiado o el más grafopolíticamente correcto) puede ser considerada como una disciplina científica vinculada a la semiología o semiótica porque cumple los siguientes requisitos:
àEs un proceso que tiene lugar cuando los trazos de la escritura humana pueden actuar, en un momento determinado, como signo para un grafólogo, es decir, cada signo tiene una carga informativa que es percibida por un intérprete capacitado para ello.
à Los signos gráficos se interrelacionan entre sí formando un sistema.
à El estudio del sistema de signos gráficos puede revelar unas reglas de combinación precisas.
En la clasificación de Peirce (1957), los signos gráficos no son íconos porque no guardan relación de semejanza entre el trazo gráfico y el rasgo psicológico y no es un símbolo porque la relación que se establece entre la representación y lo representado no es convencional. Por lo tanto, los signos gráficos son índices, ya que cada trazo gráfico es proyección de la psique del escribiente y le corresponden obligatoriamente unos rasgos psicológicos.
Pero la información que un grafólogo puede extraer de los signos gráficos no se produce de manera voluntaria por parte del escribiente, por lo que la grafología sólo puede ser incluida en el ámbito de la semiótica de la significación.
Si aplicamos el esquema general del proceso de comunicación a la grafología podemos analizar los distintos elementos que intervienen en ella:
[Una persona, considerada fuente de información, produce una señal por medio de un transmisor, los trazos o rasgos gráficos de su escritura manuscrita,] à considero que esta frase es confusa, ya que no diferencia transmisor de señal. He optado por otra redacción.
Una persona, considerada fuente de información, realiza un texto manuscrito que tiene la función de transmisor. Ese texto está compuesto por señales, es decir, trazos o rasgos gráficos. La señal viaja a través de un canal visual y es percibida por un receptor, el grafólogo, que analiza los trazos y rasgos gráficos de la persona-fuente y la transforma en un mensaje comprensible para un destinatario mediante la aplicación de un código, sistema de reglas que identifican los trazos y rasgos gráficos de la escritura con un perfil psicológico mediante un proceso de decodificación.
En este proceso puede aparecer ruido, es decir, todo aquello que dificulte o interfiera la recepción de la señal, y que por tanto, produzca interferencias en la interpretación. Por ejemplo, la utilización de papel pautado puede falsear la interpretación del espacio interlineal, la dirección del renglón, etc. ya que la señal podría dejar de ser un síntoma interpretable por el grafólogo.
En cuanto al destinatario de la información puede ser el propio grafólogo o una persona interesada en la información que el grafólogo ha decodificado. Según el Código Deontológico [blablablá] àcompletar, sólo puede ser la persona que, paradójicamente, es la fuente de la información o una autoridad competente, como un juez.
En conclusión, la grafología en su conjunto puede comprenderse mejor si se la aborda desde un punto de vista semiótico.
Un ejemplo práctico sería adoptar el concepto de signo lingüístico de Saussure (1945) como modelo teórico para analizar el signo gráfico (1993).
Una unidad lingüística, por ejemplo una palabra, pertenece a un sistema de relaciones en el cual a cada forma le corresponde una función, es decir, un valor que adquiere por su relación con otra(s) en el interior de una estructura, y posee un significado.
En la oración Haití sufrió un terremoto, la última palabra puede ser analizada desde los tres vértices del triángulo: es, formalmente, un sustantivo, funciona como núcleo de un complemento directo y hace referencia a los temblores de tierra producidos por disturbios tectónicos o volcánicos.
Con criterios formales dividimos las palabras en distintas clases: sustantivos, adjetivos, verbos etc. y cada uno puede funcionar como sujeto, predicado, complemento directo etc.
El funcionamiento del sistema de signos que forma la grafología también puede descrito siguiendo este esquema.
En el vértice de la forma podemos incluir el sistema gráfico, es decir, el conjunto de trazos (con sus constantes y sus posibles variaciones) con los que formamos una escritura. El sistema estaría compuesto por 226 signos gráficos, incluidos en trece apartados: el renglón, el tamaño, los espacios, la claridad, etc.
El vértice de la función estaría ocupado por las tendencias motrices que se derivan de las leyes de proyección (las cuatro leyes generales de la actividad inconsciente y las treinta y seis específicas de la escritura), las cuales describen como nuestro inconsciente proyecta inclinaciones, impulsos y tendencias en la deformación del modelo que en mayor o menor medida todos hacemos en nuestra escritura.
Finalmente, en el vértice del significado situamos el sistema psíquico basado en un esquema general de la funcionalidad de la psique examinada en su interioridad y en sus relaciones con el mundo externo.
Para realizar la descripción de un signo gráfico utilizando los tres vértices debemos empezar por la descripción gráfica del signo, conjunto de trazos o rasgos gráficos del signo, seguimos por la tendencia motriz que hace referencia a la proyección que el inconsciente realiza en esos trazos o rasgos y terminamos con los rasgos psicológicos más importantes que aparecen en un ser humano cuando tiene esos trazos o rasgos.
[à El enfoque es completamente marchesiano, como desconozco cómo lo hacen las otras escuelas grafológicas, habría que incluir las referencias a Marchesan en los lugares oportunos]
Bibliografía:
Saussure, Ferdinand de, Curso de Lingüística General. Buenos Aires, Losada, 1945.
Eco, Umberto. La estructura ausente: introducción a la semiótica. Barcelona: Lumen, 1999.
Eco, Umberto. Curso de Semiótica General. Barcelona: Lumen, 2000
Marchese, Angelo y Forradellas, Joaquín. Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Barcelona: Ariel, 1986.
Morris, C. “Fundamentos de la teoría de los signos” en Gracia, Francisco, Presentación del lenguaje. Madrid: Taurus, 1972.
Montaner, P. Teoría y práctica de la lógica proposicional. Barcelona, Vicens Vives, 1993.
Peirce, Charles Sanders, “The Logic of Abduction”, en Thomas, V. Peirce´s Essays in the Philosophy of Science. Nueva York, 1957.
Prieto, L. Principes de noologie. La Haya: Mouton, 1964.
Alcaraz Varó, Enrique y Martínez Linares, María Antonia, Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Ariel, 1997.
Quilis, Antonio, Esgueva, Manuel, Gutiérrez, Mª Luz y Ruiz-Va, Pilar. Lengua Española. Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces, 1993.
Ignacio Arcos Gil
Vocal de la Junta Directiva de la AIPS-España