Inmadurez emocional. Encerrado en sí mismo, no propenso a la comunicación, no presto atención si no hablan de mí. Interpreta la realidad en función de sus propias necesidades. Autocuidado de la propia imagen. Tendencia al aislamiento, no conecta con los otros, autoreferencialidad, no sale de sí mismo, por lo tanto, no se enriquece con los otros y al no abrirse al otro mengua su inteligencia.
Individualismo.
Egocentrismo, se vuelca en sí mismo no considerando a los otros, salvaguardándose el mismo y sus intereses. Tendencia al acumulo en función preventiva, al ahorro y a la tacañería. Faltos de generosidad. Cuida de sí, de lo propio, gestión económica prudente. Le horrorizan las deudas.
Inflexibles, faltos de autocrítica y autorectificación, intransigentes. Personas rigurosas (rigor mental) con los otros, de ánimo defensivo y cerrado (función autoprotectiva), escépticas, (les cuesta volver a creer si ha sospechado con anterioridad) miedo por el ambiente (pesimistas). Celosos, posesivos, duros, tímidos, reservados (aún con la propia pareja) y serios, con facilidad para entristecerse.
Gran necesidad de percibir afecto y sin embargo, les cuesta mucho manifestarlo. Sienten los afectos morbosamente, ligándose de forma morbosa a las personas de las que depende emocionalmente (familia) y de las cuales no se atreven a emanciparse, por necesidad de protección. Le duran mucho los enfados en las crisis de convivencia y le cuesta tomar la iniciativa para reconciliarse. Tendencia a abandonar con dificultad las relaciones de amistad e íntimas ya creadas. Inspiran antipatía, desconfianza.
En intensidad elevada manifiestan un grado de autoreferencialidad egotista muy neurótico: “Yo, después Yo y sólo YO”, no existiendo nada del mundo externo si no tiene una relación directa o indirecta con ellos. Muy inflexibles y rigurosos en sus juicios ajenos. Miedo a enfrentarse a los otros, miedo por el ambiente. También es signo de fuerte inseguridad, de sentirse desubicado, inhibido, aislado. El miedo del ambiente se percibe como amenazador. El temor a un ataque continuo envuelve toda la personalidad que vive en un estado paranoide, de huida. Consiguen cerrarse al mundo externo y ampararse en la familia como única fuente de protección y de seguridad.